domingo, 26 de octubre de 2008

Música

La Música en Venezuela durante el siglo XIX: El Vals

El Vals tiene sus semillas en un viejo baile de la región de los Alpes. Su nombre se remonta al término alemán "waltzen" y se relaciona con los movimientos rotativos de pies que se arrastran a través del suelo. Juntos con sus precursores, el Vals tiene su origen en el siglo XII o XIII, en el tiempo de los juglares. La mayor parte de los historiadores de baile ven los principios de Vals en los viejos "Dreher" o "Ländler", bailados a partir del siglo XVI. El Vals es un baile circular en 3/4 o 3/8 tiempos, en el cual las parejas ponen sus brazos alrededor del otro y giran dando vueltas alrededor de un centro imaginario. Este baile lento ha sido bailado hasta principios del siglo XX, tanto en el campo como en la ciudad.Una segunda corriente ve los principios de Vals en el "Langaus", un baile de pareja en el cual se cruzaba una habitación muy larga con la menor parte de vueltas posibles.

Hasta el siglo XVIII la administración trató continuamente de poner término a este baile. Se prohibió la acción de arremolinar, sacudiendo y girando o atropellando a la pareja. El Vals triunfó después del Congreso Vienés en 1815. Esto principalmente se atribuye a las emotivas melodías de Lanner y la dinastía de Strauss. Principales Representantes. Fernández Álvarez ha considerado, entre muchos compositores, que los más destacados representantes del género vals son los siguientes:-Joseph Lanner (1801-1843), concertino y compositor austríaco, inició la moda del vals y rivalizó en popularidad con los Strauss. Entre los valses que compuso sigue interpretándose con asiduidad El Vals de los Patinadores.-Johann Strauss (1804-1849), nació en Viena y fue uno de los más reputados compositores de valses.

El origen del Vals en Venezuela según los estudios de Peñin (1999), el vals llega a América a comienzos del siglo XIX, adquiriendo en muy poco tiempo los más variados matices y sirviendo como base o ingrediente de muchas formas musicales latinoamericanas, o teniendo vida propia como simple remedo del vals europeo o como forma acriollada. No se sabe en qué fecha exactamente nos llega, pero pronto pasa, en el caso de Venezuela, a ocupar el centro de las formas musicales nacionales más importantes que se configuraran después de la independencia (1810-1821) y que hoy constituyen su tradición oral (folklore) o escrita. Poco a poco, el vals se queda en América como una forma acriollada en sus giros melódicos y sobre todo, en sus características métricas. En esta transformación o criollización, ya no se le dirá en Venezuela vals, sino valse, por una fuerte influencia francesa que tuvo desde finales del siglo XVIII, pasando la “e” muda final de la escritura francesa, valse, a pronunciarse también.

El recorrido que hace el vals al instalarse en tierra americana, lo podemos precisar en el caso de Venezuela en dos áreas: en el mundo oral (tradicional y popular) y en el escrito (académico y de salón), muy interrelacionados. Al regazo de la oralidad se va incorporando a los “baylecitos de la tierra”, y entre golpes, cuadrillas, danzas y contradanzas, pasa a animar aquellas sesiones, saraos o “bayles” llamados vulgarmente fandangos, zarambeques, danzas de monos y finalmente joropos. Las diferentes formas del joropo se distinguen fundamentalmente por el carácter, pero todas son subsidiarias del vals. Ya en las obras escritas por autor, conocidas como aires nacionales, que aparecen nombradas por sus autores como valses, si se les acelera simplemente su tempo, se convierten fácilmente en joropos. En la medida que nos vamos acercando a la cordillera andina, allá por Mérida y Táchira, hay un tipo de valse al que le van diciendo pasillo.

Algunos compositores han escrito valses lentos, arropados con esas características generales de la música andina de terceras y sextas paralelas, los tenutos y calderones, los finales en el segundo tiempo… y los han llamado indistintamente pasillos o valses y a veces vals-pasillo. En realidad son valses. Y generalmente en los países andinos es muy común encontrar este género musical con el nombre de pasillo. Según las diferentes fuentes, se habla en general de un tipo de vals rápido (“vals a vapor”) cercano al vals austriaco y otro tipo de vals lento (“vals francés” y le decían también “vals Boston”), así como también un pasillo lento que a veces se lo compara al “vals francés” y un pasillo lento. Con respecto al vals vapor y el pasillo, hay un detalle muy peculiar que vale la pena destacar.

El Libertador Simón Bolívar fue un experto en bailar el vals vapor, música muy de moda para esa época. Precisamente los ejércitos bolivarianos fueron los grandes difusores de este genero por la cordillera andina bajo la denominación de pasillo, por la morisqueta o pasito corto que hacían los bailarines sobre el segundo tiempo del compás. Resumiendo, del vals de origen europeo al valse criollo o pasillo andino, tenemos simplemente el aporte de la cultura criolla americana que lo fue adaptando a esta nueva realidad y haciéndolo propio, produciendo un excelente resultado como lo es el valse criollo, o valse del país o la tierra (venezolano, colombiano, ecuatoriano, peruano) o simplemente pasillo con su variada gama de modalidades. El vals, de tradición naturalmente europeo, adquirió una personalidad muy especial, propia que lo distinguió radicalmente del europeo, llamándose desde entonces valse venezolano, esta expresión musical fue la que más se acercó a lo nacional en la música académica.

Entre sus principales cultores se encuentra el destacado pianista, compositor y profesor Rafael María Saumell, hijo. Así, hacia el tercer cuarto del siglo XIX, merecen mencionarse autores de célebres valses como Federico Villena (1835-1899), Teresa Carreño (1853-1917), Rogelio Caraballo, Ramón Delgado Palacios (1867-1902) y Sebastián Díaz Peña (1844-1926), con su célebre "Maricela". Ya a principios del siglo XX, sobresalen los valses de Pedro Elías Gutiérrez (1870-1954), conocido por su joropo "Alma Llanera" de la zarzuela del mismo nombre, Francisco de Paula Aguirre, autor del popular "Dama Antañona", Federico Vollmer (1834-1901) y su "Jarro Mocho", Augusto Brandt (1892-1941), Simón Wohnsiedler, y Laudelino Mejías con su "Conticinio", entre otros (Rugeles, 2001)

Artes Escénicas

Durante el siglo XIX florecieron más de cuarenta pequeños teatros donde se representaban comedias, zarzuelas, óperas y sainetas de compañías europeas y locales.

Luego de presentarse en la capital se exhibían en el interior. Los sitios en los cuales se presentaban esas obras eran el teatro Guzmán Blanco, hoy Teatro Municipal, 18891; Teatro Baralt en Maracaibo, en 1883; también en Puerto Cabello y Valencia.

El teatro constituye, una síntesis de las artes. Se caracteriza por la representación de una acción dramática que uno o más actores protagonizan delante de un público presente en el lugar del espectáculo. Los especialistas en historia del teatro coinciden en vincular sus orígenes a ciertas creencias mágicas y a ciertas ceremonias religiosas practicadas por el hombre primitivo.

Como todas las expresiones artísticas a fines del siglo diecinueve, encontraba sus fuentes en dos raíces: lo europeo y lo americano, lo autóctono. Con los movimientos de independencia durante el primer cuarto del siglo, la América Latina tendía a dar la espalda a España, política y culturalmente, recibiendo influencia cultural de los otros países europeos, especialmente de Francia. La influencia europea en lo que se refiere al teatro es muy directa: el género chico español influye aún en las nuevas formas “americanas”, como por ejemplo el sainete (obra teatral corta cómica y de carácter popular que se presentaba en los entreactos de otras obras de teatro).
Sin embargo, el predominio español, dada la lengua común en Hispanoamérica, siguió influyendo de manera directa, una porción considerable de la actividad teatral consistía en representaciones de teatro español por compañías españolas.


El teatro de la época era un teatro comercial. Faltaba un teatro que dramatizara a fondo y seriamente las preocupaciones e intereses realmente nacionales. Venezuela también se encontraba bajo la dominación del género chico y de otra forma teatral que más adelante se discutirá, el sainete criollo. El más destacable entre los creadores del sainete fue Simón Barceló (1873-1938), autor de La Cenicienta (1907). En Venezuela tenemos para comienzos del siglo XX como principales exponentes del sainete criollo comicosatírico a Leoncio Martínez "Leo" y Rafael Guinand. (Imagen con sombrero a la derecha)



La zarzuela nació en el siglo XVII en el pabellón de caza del Palacio de la Zarzuela (lugar llamado así por el gran número de zarzas que lo rodeaban), en Madrid, España, históricamente en la época de Felipe IV. (A la derecha muestra de video de una zarzuela)


Las primeras zarzuelas nacieron como pequeños experimentos, un género musical que se situaba entre el teatro, el concierto, el sainete y la tonadilla. En estos tiempos, las zarzuelas estaban influenciadas por la ópera italiana y la ópera cómica francesa, no tardando en adaptarse al folklore regional español y más en particular al folklore local.



En Venezuela el estreno de las primeras zarzuelas, en 1861, fue un suceso que tuvo grandes consecuencias en la vida musical del país. Este género teatral iba a tener una influencia bastante perjudicial en las músicas que aquí se componían, las que fueron haciéndose más banales y simples.


Por estos mismos tiempos se estrenó en Caracas la zarzuela “Los Alemanes en Italia”, con letra de Heraclio Martín de La Guardia y música de José Ángel Montero. Esta fue la primera zarzuela criolla ejecutada en la capital. En 1865, el viejo Teatro de la Unión, situado en la esquina de Maderero, lugar de poca distinción, fue transformado por Eleuterio González en el “Teatro de la Zarzuela” que era bastante bueno, aunque no podía competir con el Teatro Caracas. Este nuevo local fue conocido también con el nombre de Teatro de Maderero.


La ópera, por su parte, es un drama en el cual se canta todo o parte del diálogo. Existen varios géneros teatrales estrechamente relacionados con la ópera, como el musical y la opereta. Francia, Alemania e Italia desarrollaron unos estilos operísticos característicos durante el siglo XIX. París fue el lugar de nacimiento de la Gran Ópera, una espectacular combinación de representación escénica, acción, ballet y música, gran parte de ella escrita por compositores extranjeros que se establecieron en Francia.


En Venezuela encontramos a José María Osorio (1803-1852), natural de Caracas y residenciado en Mérida, ciudad donde fue sepultado. Destacado teórico y compositor; autor de Elementos del Canto Llano y Figurado (1844), La Práctica de los Divinos Cánticos (1845), Directorio de la Catedral de Mérida (1846); además, compuso un interesante y curioso Cuarteto de Cuerdas y es el autor de la Primera Ópera escrita en Venezuela, se trata de la Ópera Bufa El Maestro Rufo Zapatero, publicada en la ciudad de Mérida en 1847.


En 1808 se estrenó en el Teatro de Conde a Carmelitas por primera vez en Venezuela una compañía de ópera francesa, cuya primera Donna fue la celebre Doña Juana Faucompre, siendo tan del agrado del público aquella función que la ciudadanía a pesar de la epidemia reinante no dejo de asistir a ella.


Para aquella época ya el teatro tenía orquesta de aventajados filarmónicos, que para el caso habían aprendido en la escuela que el padre Sojo fundara a fines del siglo pasado con los instrumentos y música de clásicos notables que hizo venir de Europa y que el mismo trajo de su viaje a Roma. Entre los más destacados en Venezuela tenemos a José Ángel Montero (1832-1881), autor de la ópera Virginia, la primera obra de este género producida en el país y estrenada en Caracas el 26 de abril de 1873 en el Teatro Caracas.